La naturaleza inasible de la vida

Inasible, según la RAE, es un adjetivo que significa “Aquello que no se puede asir (||tomar con la mano)”.

Esta palabra me lleva a reflexionar acerca de muchas cosas.

¿Te has preguntado alguna vez qué cosas son realmente asibles?

Podríamos decir que cualquier cosa que tenga materia es asible, es decir cualquier objeto o ser que pueda ser tocado, o mejor, percibido a través de nuestro tacto, puede ser asible. Por el contrario, aquello como la luz resulta inasible, la podemos ver, pero no tocar.

Ahora, todo aquello que podríamos considerar asible, ¿lo es verdaderamente?

Puedes tocar y abrazar a tu pareja, por lo que resulta que es asible. Sin embargo, estás tocando y abrazando el cuerpo de tu pareja, más no a todo lo que comprende el SER de tu pareja. ¿Es, entonces, tu pareja verdaderamente asible?

Una de mis primeras reflexiones tiene que ver con esto.

Tal vez no nos enseñaron la diferencia entre lo material y lo sutil, por ende, puede que tampoco seamos conscientes del mundo sutil que nos rodea. Es posible que esto genere la falsa ilusión de creer que podemos asir tanto las cosas como las personas o nuestras mascotas.

Sin embargo, la realidad puede llegar a ser diferente si la miramos más detalladamente.

Si bien estamos en la capacidad física de poder asir las cosas, las personas y las mascotas, esto no significa que esto a lo cual nos asimos se vaya a quedar para siempre con nosotros.

Y cuando, por algún u otro motivo, sentimos que esto a lo cual nos asimos se está “escapando” de nuestras manos, empezamos a experimentar una serie de emociones desagradables como miedo, inseguridad, ira, entre otras.

Pero ¿de dónde surge la idea de que al asirnos a algo o a alguien significa que será “nuestro” eternamente?

Si nuestra mente y nuestra intención está enfocada en conservar algo que creemos que es nuestro, cuando ese algo ya no esté el sufrimiento será inevitable.

En el Libro Tibetano de la Vida y la Muerte, página 62, dice “Aquello a lo que nos asimos es inasible por naturaleza”. Esto me hace volver a preguntarme, entonces ¿hay algo realmente asible?

Si paramos un momento y miramos hacia atrás, hacia nuestra historia de vida, podemos ver cuántas personas, mascotas, plantas y seres en general han estado presentes en algún momento de nuestra existencia, pero hoy ya no hacen parte de ella. Y esto, visto objetivamente, es la ley natural de la vida.

Siendo entonces una ley natural, sería necio de nuestra parte tratar de oponernos a ella o intentar cambiarla. No tenemos el poder para cambiar la naturaleza de las cosas, lo que sí podemos hacer es tomar decisiones con respecto a qué quiero hacer ante lo fáctico.

Recuerdo que cuando era pequeña, tendría unos 10 o 12 años, mi mamá me regaló un bolígrafo. Fue un regalo por algo que hice bien, honestamente no recuerdo qué fue lo que hice bien, pero volviendo al regalo, era un bolígrafo blanco con una cadenita para colgarlo en el cuello y llevarlo siempre conmigo.

Para mí los regalos de mi mamá siempre han sido tesoros muy preciados independientemente de su valor económico.

Estaba yo muy contenta y orgullosa de mi bolígrafo nuevo, tenía tinta negra como a mi me gusta. Lo llevaba en el cuello siempre y lo exhibía con orgullo ante mis amigas. Sin embargo, un día tuve que quitarlo de mi cuello y dejarlo sobre el escritorio porque debíamos salir a hacer alguna actividad académica fuera del salón de clase.

Cuando volví mi bolígrafo ya no estaba. Lo busqué por todas partes, le pregunté a mis amigas y compañeras de colegio, pero nadie sabía nada. Le dije a la profesora, casi al borde de las lágrimas, que había perdido mi bolígrafo y que era un regalo muy especial de mi mamá. Nunca apareció.

Llegué a casa con el corazón destrozado, era una niña que había perdido uno de sus tesoros. Lloraba desconsoladamente, mi mamá me abrazó intentando calmarme y me dijo: tranquila, era solo un bolígrafo y el amor con el que te lo regalé es el mismo amor que te estoy dando ahora que te daré siempre.

Me aferré al bolígrafo, no por el objeto en sí mismo sino por lo que representaba para mí. Y eso nos pasa frecuentemente a la mayoría de nosotros, está bien que pase, lo que puede resultar disfuncional es precisamente aferrarse tanto a algo o alguien, porque, en ambos casos, va a haber un momento en el cual ese objeto o persona amada ya no va a estar, al menos en la forma como lo conocemos hoy.

De hecho, cada vez que nos aferramos estamos abriendo la puerta al sufrimiento.

Nada nos pertenece, cada cosa que existe hoy puede que mañana ya no esté o que, simplemente, esté en un lugar distinto.

Si tuviésemos la certeza de la naturaleza inasible de la vida, podríamos disfrutar lo que realmente está ocurriendo en este momento. Puedo disfrutar de estar escuchando piano de fondo mientras escribo este artículo para compartirlo con ustedes, disfruto del sabor suave del café que me acompaña y de la brisa que entra por la ventana acariciando mi rostro; también disfruto al tener mi teléfono móvil en silencio permitiéndome estar totalmente presente en lo que estoy haciendo en este momento y escucho la melodía de las teclas danzando bajo mis dedos mientras escribo.

No me aferro, no entrego el poder de mi felicidad a algo o alguien que es externo a mi y que no me pertenece. Me entrego totalmente al fluir de la vida, acepto lo que cada instante trae consigo e intento dilucidar los mensajes que la vida quiere entregarme.

Estoy aquí para cumplir un propósito y para disfrutar de las personas y de las cosas que me son prestadas temporalmente.

Tengo la certeza de que cada persona que se cruza en mi camino tiene algo para enseñarme, a veces las lecciones no son agradables y vienen acompañadas de lágrimas; otras veces, las lecciones son hermosas y vienen acompañadas de risas y abrazos. Pero, independientemente de la naturaleza de dichas lecciones, lo cierto es que cada una de ellas se presenta en el momento justo y trae el aprendizaje que necesito absorber precisamente en ese momento.

Siendo así las cosas, vuelvo y pregunto ¿hay algo realmente asible a lo largo de nuestra existencia?

No tengo esa respuesta, de hecho, tengo muchas más preguntas que respuestas; aunque puede que no sea necesario tenerla. Quizá la vida se trata de algo mucho más profundo que encontrar las respuestas a las millones de preguntas que tenemos, quizá el poner nuestra energía en los regalos que nos da el presente sea realmente la esencia de la vida.

Si piensas que me equivoco querido lector, es muy probable que estés en lo cierto. Y si piensas que no me equivoco puede que estemos equivocados los dos, o no.

Al final de cuentas, no estoy escribiendo para tener la razón, solamente para compartirte mis reflexiones con respecto a la palabra que estamos trayendo hoy que, entre otras cosas, me parece bellísima.

Este texto es tan inasible como lo eres tú y como lo soy yo. De todas maneras, nuestras almas se unen por un instante compartiendo este texto que sale de mi corazón y que hace que tu existencia y la mía sean una sola, aunque sea por un instante.

Gracias por leerme.

Con amor, Carolina.

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